La educación es sustancial para el desarrollo de cualquier país y por ello el gobierno debe extremar los recursos para que se alcancen extremos de máxima excelencia con incorporación de contenidos relevantes apareciendo como máximo espejo para mirarse en el mundo a países como China e India que se encuentran a la cabeza en esta materia.
Nuestro país en la última década eligió como política educativa, la omisión, la desidia, el desinterés, comportamiento que nos ha llevada a una situación de degradación sin precedentes en la historia de la escuela pública argentina.
Incluso pareciera que esta manera de encarar la cuestión fuera deliberada con el fin de alentar la ignorancia, la marginalidad y con ello sumar gente abrumada, resignada, sin inquietudes al tiempo de las elecciones.
Sin duda esto aparece como una afirmación trasnochada que no se compadece con la manda Constitucional de desarrollar la educación en todos los niveles y en consecuencia como una grave falta de los responsables en cada caso.
A pesar de ello los conflictos educativos que se multiplican en el país no tendrían en muchos casos como fin lograr el objetivo que predican sino que en realidad, tras de ellos, se esconden oscuros objetivos políticos que no tienen en cuenta la condena a la miseria y marginación a la que someten a los sectores más vulnerables de la sociedad al prolongar las medidas de fuerza en tanto los niños pobres sólo pueden acceder a la escuela pública para que los contenga y actúen su formación.
Esto viene a cuente en razón que acabo de leer la editorial del diario Río Negro On Line del 31/05/2013 donde se manifiesta que: "En la provincia de Buenos Aires, por mucho la más poblada del país, los docentes encabezados por el sindicalista Roberto Baradel –a juicio de los indignados por los estragos que está provocando, un militante kirchnerista que acata órdenes procedentes de la Casa Rosada– están librando una guerra despiadada contra el gobierno de Daniel Scioli, tomando como rehenes a 3,2 millones de chicos."
Realmente se ha caído muy bajo cuando se utiliza a la educación de los niños pobres como moneda de cambio para lograr un objetivo político mezquino.
Aquí los maestros deben evaluar que por encima de cualquier presión sindical o de necios militantes, tienen a su cargo la tarea indelegable de educar a esos niños que sólo cuentan con la escuela pública para salir adelante y tener una oportunidad en la vida, no tienen recursos para acceder a una escuela privada y los docentes no pueden seguir siendo cómplices en el objetivo de negarles un futuro a los niños pobres. |