Escrito por hector luis manchini
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Jueves, 14 de Marzo de 2024 15:13 |
Cada día que pasa la gestión de Javier Milei es torpedeada una y otra vez sin piedad alguna por políticos ignorantes incluso atribuyendo las malas gestiones llevadas a cabo en democracia y la desgraciada situación en que nos encontramos son ajenas a los tres meses desde que asumió el poder tolerando un paro diario, con amenazas explícitas de tomar las medidas necesarias (p. ej. ceses reiterados por los gremios y organizaciones de izquierda) con insultos y agravios de todo tipo olvidando que los regímenes totalitarios que lo precedieron llevaron al país a la ruina, al hambre del pueblo, obviando el clamor del Preámbulo de la Constitución Nacional que manda a los gobernantes dejar de lado el interés individual promoviendo el bienestar general.
Es claro que en los últimos 40 años el país quebró y ello no puede atribuirse a Javier Milei que lleva sólo tres meses ejerciendo la Presidencia de la Nación logrando entre muchas otras cosas bajar sustancialmente la inflación sacándonos de la hiper que nos tenía a su merced, entablar relaciones relevantes con países desarrollados del mundo como Estados Unidos, Francia e Israel, mientras la Nación va camino a una estabilidad que conseguiremos a costa del esfuerzo de todos.
El rumbo - a pesar de las piedras que se encargan de colocar los que no la ven -, los eternos miembros del club de del helicóptero, es el correcto y con trabajo duro dejará de ser el furgón de cola de los países del mundo.
Sobre el punto Alberdi decía «La riqueza es hija del trabajo, del capital y de la tierra; y como estas fuerzas, consideradas como instrumentos de producción, no son más que facultades que el hombre pone en ejercicio para crear los medios de satisfacer las necesidades de su naturaleza, la riqueza es obra del hombre, impuesta por el instinto de su conservación y mejora, y obtenida por las facultades que se haya dotado para llenar su destino en el mundo. ¿Y qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro; que no le haga sombra».
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