Suele suceder que la persona que ejerce el poder sienta que para este que se potencie y sea capaz de conseguir hechos como impedir la salida del diario de mayor tirada de un país, reventar la plaza histórica donde suele reunirse el pueblo par celebrar acontecimientos socialmente significativos requiera de una persona que reúna especiales características relacionadas con una amplia aptitud de convocatoria a cualquier precio.
Así su calidad de máximo/a exponente de la comunidad se resguardaría selectiva y aristocráticamente y el trabajo de dar vida a su enorme ego mediante el aplauso y vivas de la gente sería tarea exclusiva y excluyente del personaje captado a ese fin de tal manera el titular del poder obtendría la gloria sin necesidad de mancharse las manos ni vociferar procurando la ansiada convocatoria de aprobación a sus acciones incluso aquellas más absurdas.
Lo que jamás se tiene en cuenta es esa mala costumbre que tienen esos dependientes privilegiados de morder la mano del que les da de comer e incluso destituirlo y hasta quitarle la vida si fuera menester.
Lo expuesto me hace recordar la leyenda del Golem relacionada con el rabino Low que era quien en su momento ejercía la máxima autoridad en el ghetto judío medieval de Praga, el mito cuenta que el rabino Low mediante el estudio de las escrituras sagradas a través de la cábala logró descifrar la palabra que D-os utilizó para dar el don de la vida. Fabricó entonces un pequeño hombre de arcilla e introdujo en su boca un papel con la palabra escrita, el muñeco de arcilla creció hasta ser un hombre de gran tamaño y la vida animó sus miembros. Sin embargo como Low no era Dios, no doto a este hombre de alma, era una marioneta animada sin voluntad propia. Se caracterizaba por una extraordinaria fuerza y obedecía en todo al rabino Low. Mas el rabino debía retirar el papel antes de caer la noche o el Golem escaparía a su control. Un sábado olvidó retirar el papel antes de la hora señalada y la criatura se transformó en una fuerza destructora. Cuando lograron retirar el papel, el Golem había destrozado el ghetto judío por completo.
La leyenda precitada por las características propias que tiene el ejercicio del poder, esa atribución fascinante que se asemeja a los cantos de sirena, se encuentra vigente de manera permanente en la historia de las naciones y por algún motivo la siento con una latente actualidad en esta Argentina sin rumbo con un pueblo con necesidades insatisfechas y un gobierno que con la intención de aferrarse al poder no ha dudado en construir con sustancias extravagantes y extrañas a la esencia de la patria un ser de arcilla sin alma que el día en que no se satisfagan sus caprichos más extremos, esto es la trágica jornada en que el titular del poder se olvide de sacarle el papel de la boca a la hora señalada termine destruyendo a la Nación y las esperanzas de su sufrido y manso pueblo.