Cuando una persona es citada a declarar en calidad de testigo en una causa que trámite en tribunales ya sea un homicidio, lesiones de cualquier tipo, un abuso sexual, un daño o lo que fuere lo hace bajo juramento de decir verdad. Así en un acto solemne, el juez que en cada caso preside el Tribunal de Juicio luego de invitar a ponerse de pie declarar al compareciente y hacerle saber las penas que le caben en caso de incurrir en falso testimonio le pregunta: ¿Jura usted por sus creencias decir la verdad de todo lo que sabe sobre el hecho que se está debatiendo y respecto de lo que le fuera preguntado?

La expresión afirmativa a la pregunta precitada determina que el declarante no puede dar una versión mentirosa de los hechos y si lo hace el fiscal le iniciará una causa por falso testimonio. Lo expuesto hasta aquí viene a cuento pues creo haber descubierto el motivo de tanta corrupción impune que suele involucrar a funcionarios y dueños de poder de distinto tipo que pululan en nuestro país.

Según mi teoría el primer juramentado que registre la historia buscó una manera de no tener que andar recorriendo pasillos de tribunales y banquillos de acusados por las tropelías que pensaba concretar y siendo una persona versada en derecho y otras artimañas, sabía que un simple ¡Si juro! lo dejaba irremediablemente pegado al primer desliz tipificado en el Código Penal y Leyes Complementarias, pues siempre habría un sagaz e independiente fiscal apegado a las normas que lo haría encarcelar de por vida.

Acudió a su frondosa y traviesa imaginación para eludir la acción de la justicia y que además esa gambeta apareciera seria y elegante, algo que para el ingenuo pueblo, por no decir para los giles, sonara absolutamente relevante e incontrovertible.

Pensó y pensó el primer juramentado y súbditamente ¡¡¡Eureka!!!, ya lo tenía, saltó de la silla de la astucia y corriendo anotició al escribano que llevaría a cabo la sustancial ceremonia que el juraría cumplir con la Constitución y las Leyes y si así no lo hiciera ¡¡¡Que Dios y la Patria se lo demandaren!!!.

El escribano - el primer gil - alabó el alto compromiso asumido por el juramentado, en tanto asumía dar cuenta de sus actos ante lo más sagrado para cualquier argentino de bien.

Ya en funciones el primer juramentado se encargó de abatir el Código Penal y Leyes Complementarias, no hubo un ilícito criminal que no cometiera, pero al intentar ser juzgado, aún cuando lograron sacarle los fueros, no pudieron promover ninguna querella en su contra pues ningún fiscal común estaba habilitado para hacerlo sólo estaban legitimados Dios y la Patria, el primero es espíritu y el segundo un concepto que se identifica con el lugar donde el individuo nace, esto es, dos entes sagrados pero absolutamente inhábiles por su naturaleza para promover cualquier juicio y así el primer juramentado culminó su mandato dejando tierra arrasada tras de sí y marchó impune a disfrutar al extranjero.

Obviamente los que lo siguieron no modificaron la fórmula a lo sumo se eligió la opción de jurar por Dios o la Patria solamente o se incluyó los Santos Evangelios, pero ninguno incluyó al fiscal de turno entre los legitimados para demandarlos.

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