La democracia es el gobierno del pueblo y en nuestro país de carácter indirecta en tanto el soberano conviene que el poder que implica el gobierno lo concreten sus representantes en los términos del mandato que se celebra entre ambos al tiempo de la elección.

Así los gobernantes son apoderados del pueblo, mandatarios, que deben cumplir rigurosamente con todos y cada uno de los puntos establecido en el documento que prescribe los derechos y garantías que los mandantes han impuesto a quienes transitoriamente están a cargo de la administración del país esto es la Constitución Nacional.

Desde la idoneidad como requisito para ejercer cualquier empleo público, pasando por la igualdad ante la ley, y la efectiva garantía del debido proceso legal, hasta el resguardo de la libertad y propiedad de los bienes de cada habitante de la Nación los mandatarios deben observar y hacer observar el fiel cumplimiento de los derechos y garantías establecido en la carta Magna con el objetivo final de hacer realidad el bienestar general.

Por otro lado la Republica supone sustancialmente la división e independencia de los poderes del Estado; Ninguno debe entrometerse en la esfera del otro ni ejercer ni ejercer ningún tipo de presión que tienda a hacer prevalecer un departamento sobre los demás.

En este sentido particular importancia adquiere la absoluta independencia de la justicia, hecha realidad por hombres con idoneidad, idóneos y valientes que en cualquier supuesto rechacen con firmeza y conforme la ley cualquier intento de sumisión.

Así las cosas una rápida mirada a lo que sucede en la realidad de nuestro argentino país nos muestra que la democracia republicana no es, que los gobernantes se han encargado de procurar al pueblo el malestar general, violando sin pudor todos y cada uno de los puntos del convenio celebrado, arrastrando al pueblo a la miseria, a la ignorancia dolosa, ausente de seguridad, salud y justicia.

No existe una sola señal que nos indique que habrá un rápido cambio, que los gobernantes tiendan a cumplir el mandato acordado sino que por el contrario anuncian amenazante la profundización del modelo autoritario, absolutista, sin posibilidad de disenso, y así la idoneidad, la libertad el trabajo son bienes ausentes mientras el pueblo pasivo y resignado deja hacer, deja pasar las cosas sin reaccionar a los atropellos de los dueños del poder.

Quizás más grave que la actitud que muestran los gobernantes es el hecho que nadie actúa ante las tropelías de los funcionarios avalando con su silencio u omisión que un fiscal sea despedido por trabajar al tiempo que sus investigaciones ponían en evidencia la corrupción en los niveles más relevantes o se admita sin chistar la dilapidación del dinero público en empresas sin esperanzas pero que sustentan el enriquecimiento de los mandatarios y sus amigotes, o se hace uso de del bienes públicos como si fueran privados.

La justicia no existe ocupada exclusivamente en encubrir a los poderosos y sus contactos, las causas prescriben se cajonean o algún inocente es elegido para responder por los criminales.

La oposición es una espectadora de este caos, sin propuestas superadoras, con viejos y remanidos argumentos clientelares cuando deberían enfrentar con los tapones de punta a aquellos que se han burlado de la buena fe popular.

Pero mientras hay vida hay esperanza y cuando llegue el momento de renovar el contrato, tan vapuleado por malos representantes, el orden natural de las cosas nos presentará una salida seria y comprometida con la democracia republicana y los padeceres de un pueblo noble tendrán fin por la acción de hombres y mujeres que asuman el bien común y la justicia como objetivos inalienables