El miércoles 12 de marzo del 2014 el gremio portuario resolvió hacer un piquete en el Puente Avellaneda sito en la Provincia de Buenos Aires impidiendo el paso a cualquier vehículo que intentara atravesar la sólida barrera humana.
El mismo día y al mismo tiempo la mujer de Juan, un pibe laburante de 25 años, sintió que algo andaba mal en su embarazo de cinco meses, ambos se subieron a la moto y partieron ansiosos y asustados al hospital más cercano.
Así se toparon con el inquebrantable piquete, Juan alegó que su mujer tenía problemas graves en su embarazo, que debían llegar urgente al hospital, que los dejaran pasar, que era una emergencia, que no me peguen, que me suelten, que tengo una pierna ortopédica, que basta ya, que no me tiren y Juan acaba, por la acción de la furia asesina de los dirigentes portuarios, arrojado desde el puente, sin piedad entre celebraciones de los criminales y la ausencia de ayuda de los que pasaban a su lado mientras rogaba auxilio,
No lo podía creer, en que se transformó el noble y generoso pueblo de Avellaneda donde supe vivir ¡En un montón de criminales cobardes que abusa de una mujer embarazada y un joven discapacitado!
Pero como la violencia se ha instalado alentada por la perversidad del poder, de la droga berreta, el desprecio absoluto por el otro, sin solución de continuidad los informantes televisivos me hacen saber que en Lanús un muchacho de 32 años, quien se encontraba acompañado por su madre, había sido asesinado por un par de criminales niños que al no poder robarle el automóvil sin dudar le dispararon tres tiros en la espalda.
Sin tiempo para salir del espanto el canal muestra jóvenes con facas, golpes y patadas buscando la muerte en la cancha de Quilmes y dirigentes de la UOCRA resolviendo sus diferencias en una pelea que dejó una persona fallecida y varios heridos.
Una locura, un desatino absoluto muerte, sangre y violencia en una Argentina que se ha convertido en una zona liberada por la ausencia del Estado, la omisión policial y el garantismo de una justicia que dejó de ser, los conflictos no se resuelven institucionalmente sino por las vías de hecho, brutalmente, las palabras no sirven para conciliar sino que son el preludio de la agresión insólita y sin límites.
Limites, señora Presidente, usted, que es la dueña del poder debe poner límites a esta arrolladora violencia que destruye familias enteras, que sin discriminar se hace de las vidas de viejos, niños y jóvenes.
Actúe señora Presidente, haga cesar esta locura antes que los mansos reaccionen de la misma manera que los violentos, antes que el ojo por ojo y diente por diente sea la única ley vigente en este desafortunado país. |