Ayer por la noche, 17/03/2014, en el programa "Desde el Llano", el periodista Joaquín Morales Solá pidió al Juez Oyarbide, que se vaya, que renuncie a su cargo, ello por su reciente exabrupto jurisdiccional consistente en no llevar a cabo un allanamiento - en el marco de una causa por lavado de dinero - por pedido expreso del Poder Ejecutivo y por su actuación desde siempre sometida a los gobiernos de turno a los cuales ha sido funcional reñida totalmente con lo que debe ser un juez honesto, austero e independiente, ya que con su comportamiento perjudicaba a jueces idóneos y de valía que aparecían manchados por la acción de su colega estrella.
Obviamente la bien intencionada exhortación del prestigioso periodista no tendrá eco, Oyarbide ha estado involucrado en infinidad de situaciones comprometidas, incompatibles con el rol de la magistratura y en cada caso las sobrellevó con toda naturalidad, sin sobresaltos, poniendo de manifiesto poseer una coraza de impunidad que lo coloca más allá del bien y del mal, su función no es hacer justicia sino cumplir con las órdenes del poder político de turno.
Siempre lo ha hecho aunque debemos ser justos y destacar que también lo hacen la inmensa mayoría de los jueces federales, nacionales y provinciales pues hoy es un requisito indispensable para mantener el cargo ser complaciente con el gobierno de turno.
Como nunca antes, no existe la justicia independiente en ningún rincón de este desafortunado país pues cuando los poderosos aparecen involucrados en una acción delictiva jueces y fiscales acuden prestamente a encubrir sus tropelías.
No es necesario dar nombres para poner en evidencia lo dicho en el párrafo anterior. Lamentablemente la democracia republicana esperada con ansiedad e impaciencia luego de años de dictadura militar terminó siendo un rotundo fracaso donde los gobernantes sometieron al hombre de a pie hundiéndolo en la miseria y la desesperanza mientras realizaban su bienestar personal para lo cual una justicia sometida y afín fue indispensable para lograr sus objetivos tan lejanos de las pretensiones de sus mansos gobernados.
Oyarbide ha sido como dijimos un juez funcional al gobierno de turno como tantos, otros solamente que su sometimiento al Poder Ejecutivo esta vez no quedó en la sombra cómplice sino que por algún motivo que sólo el y el poder político saben se exteriorizó, lo puso por escrito y lo difundió en cada micrófono y cada cámara de televisión que se le puso a mano.
Quizás para evidenciar su impunidad sin límites, o haciendo saber al gobierno que si es necesario hablar de tropelías para cubrir su retirada el no ahorrará detalles, que los pecados del poder están bien guardados mientras no lo toquen.
Por eso señor Solá, Oyarbide no se irá, ni tampoco el Consejo de la Magistratura se animará a echarlo, los dueños del poder necesitan de su silencio.
|