Aulas vacías, inseguridad y la droga en cada esquina son tres datos de la realidad Argentina que muestran la profunda degradación en que ha caído el país más rico del mundo con un pueblo noble y trabajador que tenía a la familia como célula básica de la sociedad y a esta como sólido sustento del Estado de Derecho y de la riqueza que surgía generosa de sus rubios
campos de trigos, de las fábricas que desbordaban el conurbano bonaerense, de una educación de excelencia, una Nación sin techo en su crecimiento.
Pero en los últimos años las ciudades se llenaron de salas de juego, malditas tragamonedas al alcance de la mano del ama de casa, del joven ingenuo tentado de hacer unos pesos sin esfuerzo, del laburante que hizo una pausa en su camino para probar unos tiros, aparente cosa de pibes, engaño de luces mágicas que convirtió en ludópata, en adicto al juego al más pintado arrastrándolo a la ruina sin retorno.
En un abrir y cerrar de ojos la droga se introdujo implacable y fatal en cada rincón del argentino suelo con la venia de los que mandan, condenando a matar y morir a niños, jóvenes y adultos que hicieron trizas sus vidas y la de terceros inocentes, extendiéndose aquí y halla con rapidez inusitada, maldición que llegó para quedarse sin que a las autoridades encargadas de proveer al bienestar general se le mueva un pelo para erradicarla, el más sucio dinero financiando campañas políticas, emprendimientos truchos, organizaciones criminales, que dejan jugosos dividendos a sus actores y a los representantes del pueblo y a los encargados de la seguridad del hombre de a pie que miran para otro lado entregando al pueblo y a sus hijos atados de pies y manos a la adicción, a la locura a la muerte.
De la mano del narcotráfico la desaparición inexplicables de bellas jóvenes, de niños pobres, se convirtieron en indicios indubitados que la trata de persona estaba entre nosotros, un ir y venir de padres desesperados por la ausencia sin sentido de sus hijos, prolongada en el tiempo, sin resignarse al nunca más.
La educación dejó de ser, la ignorancia se hizo dueña y señora de las mentes de los niños pobres, que locos por el paco se convirtieron en precoces delincuentes que no dudan en disparar y tronchar vidas de inocentes por nada, para seguir su camino hacia su tumba temprana.
Así paulatinamente en un puñado de años el argentino país se fue tiñendo de sangre, miseria y desesperanza, el sol brillante, el celeste cielo de los buenos días se transformó en la más oscura y trágicas de las noches donde las malas noticias son la rutinaria novedad de cada jornada.
Las aulas vacías, la inseguridad y la droga reemplazaron a los rubios campos de trigos,las ciudades desbordantes de fábricas, los patios de las escuelas plenos de niños de inmaculados guardapolvos que hoy son ausencia, solo nostalgia. |