Juan Bautista Alberdi decía "La riqueza no está en el suelo, está en el hombre. Nace del trabajo y deja de existir donde el trabajo falta porque es innecesario. La tierra que da de vivir sin trabajar produce ociosos y haraganes a la par que alimentos espontáneos. La tierra pobre forma hombres ricos; la tierra rica hace hombres pobres. La América del Sud funda todo su orgullo y su esperanza de grandes destinos en lo fértil de sus suelo y hermosos de su clima. Es su grande error el tomar como ventaja lo que es un escollo. Ella no tiene mayor enemigo que su clima hermoso. La historia muestra que los países son cultivados no según que son fértiles, sino según que son libres, y no son libres sino según son áridos y pobres”. (ver www.ningo.com.ar)
Sabio, visionario, certero, el gran jurista, escritor, músico y poeta argentino describía con admirable precisión la gran desgracia argentina, esto es que su fértil suelo, sus bellos lagos, ríos y arroyos proveedores incansables de agua dulce, sus paisaje de inevitable atracción turística, sus recursos minerales, el gas el petróleo abundante en exceso, su inmenso litoral marítimo, todos los climas y tantos bienes más son su peor desgracia pues uno tras otro de los gobernantes- salvo el Dr. Arturo Umberto Illía - se encargaron de saquear su riqueza infinita en beneficio propio obviando el interés general que manda el preámbulo de la Constitución Nacional.
Y por eso no puede augurarse un futuro promisorio, pues la riqueza ilimitada hace que hasta el fin de los tiempos haya mucho que robar en este desafortunado país, desgraciado por la multiplicidad de su bienes inagotables que al fin y al cabo se han convertido en sus males, en su desgracia, en la causa de su atraso, de la miseria inconcebible de su pueblo.
Arturo Umberto Illía fue una excepción y fue echado por un pueblo que no se merece la democracia republicana, que vota como presidentes, gobernadores y legisladores a individuos a los que no le compraría un auto usado, que luego se queja y al tiempo del voto tropieza con la misma piedra una y otra vez.
Quizás sea el destino de esta Nación, la más rica de la tierra hasta que se cumpla la sentencia alberdiana toquemos fondo, destruyamos la tierra y el aire hasta convertirnos en un territorio de suelo árido, sin una pizca de antiguos esplendores y allí se despierte el ingenio para salir adelante y al fin, apremiados por la necesidad gobernantes y pueblo vuelvan a los valores del esfuerzo y el trabajo duro y el desarrollo de la Argentina Nación finalmente será. |