Contrariamente a lo que puede pensarse en la democracia republicana el Poder Ejecutivo y Legislativo carecen de la relevancia que tiene el Poder Judicial en tanto decide en definitiva y en cada caso que es sometido a conocimiento y decisión de los jueces sobre la vida, la libertad, los bienes, de todos los ciudadanos desde los más encumbrados incluyendo a quien ocupe la Presidencia de la Nación y a los titulares de las Cámaras del Congreso como a los ministros, altos funcionarios, empresarios de actividad trascendentes, en suma, a todo hijo de vecino.
Obviamente para ejercer la justicia se requieren cualidades especiales que van desde la convicción y respeto por los valores esto es la honestidad, el trabajo, el honor, la decencia, el estudio permanente de las ciencias jurídicas, la consideración por el otro, la igualdad absoluta al momento de ejercer tan difícil misión y por sobre todas las cosas la coherencia, su apego por la independencia de criterio reconociéndose rigurosos esclavos de la ley y de D.os, desechando cualquier tipo de presión de alguno de los otros poderes como de la opinión púbica y en tal caso, si los recaudos precitados se cumplen en las personas de los jueces que integran los estrados en todas las jurisdicciones, la paz social será una realidad incontrovertida, por la autoridad moral que emana del comportamiento y sentencias de los hombres que cumplen tan difícil y honroso rol.
Aquel individuo que hoy se involucre con la justicia puede apreciar con facilidad que ese magistrado ideal, ese Poder inmaculado y sin dobleces no existe, el hombre común ve que el agravio padecido yace olvidado en los estantes de la desidia hasta su extinción por insubsistencia, que su pretensión de castigo ante el golpe o la decisión fatal del poderoso se esfuma por fiscales que se abstienen de acusar o que eluden temerosos la reprimenda del amo buscando una calificación ínfima con un pedido de pena de juguete que culmina con la libertad de rigor del imputado afín al que manda.
Los dueños de las barajas, presidentes, gobernadores, legisladores, políticos grosos, empresarios trascendentes, todos de fortunas rápidas y notables - Alberdi decía que toda fortuna improvisada es sospechosa - son intocables o cuando el asunto aparece complicado siempre está la inexplicable pérdida del expediente, la prescripción en tiempo y forma, el desplazamiento del cargo del insolente juez o fiscal que se atrevió a desafiar al modelo.
También la opinión pública es agitada cuando se la necesita para presionar a jueces flojitos de papeles y de justas convicciones como en los casos Ángeles, Marita Verón y tantos otros donde la insensatez es victoria, mientras la ley, la doctrina y jurisprudencia caen de los anaqueles y en el cesto de papeles agoniza la decencia. |