Por algún misterioso motivo los argentinos hemos elegido, en el transcurso de nuestra historia, incansablemente, a canallas para que nos gobiernen, esto es gente baja, ruin, despreciable, de malos procederes, que obviamente, fieles a su esencia, nos han engañado, mentido, se burlaron sin pudor del pueblo que los designó como mandatarios para realizar el bienestar general que manda la Constitución Nacional, enriqueciéndose sin límites a costa del sufrimiento y la pobreza en que cayeron los incautos que los designaron al tiempo del voto.
Y a esos canallas a los que hemos delegado nuestro poder una y otra vez los hemos soportado resignados mientras que al único gobernante honesto que nos ha tocado, el extinto presidente Arturo Humberto Illía, nos encargamos a echarlo a empujones a pesar de haber sido el mandatario que destinó el 23 % del presupuesto a educación, que vendió su auto para atender la grave enfermedad que afectó a su esposa sin tocar un sólo peso del erario público, que cuando dejó el gobierno renunció a su jubilación y culminó su vida en la pobreza a que lleva la honestidad en este extraño país.
Por ello, porque somos un país y un pueblo muy raro es que se acepta naturalmente que la Sra. Presidente Cristina Fernández resida en el Calafate y cada domingo el avión Tango 03 viaje de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia llevando a un altísimo costo a un sólo pasajero, el canillita presidencial, que le entrega en mano a la titular del Poder Ejecutivo la totalidad de las ediciones en papel de los diarios de la fecha sin que por la cabeza de ningún fiscal transite la idea, que por su exceso, la orden que cumple el señor de los diarios podría tipificar el delito de abuso de poder que sanciona el art 248 del Código Penal.
Como dije somos un pueblo poco común, que nos deslumbra el discurso de lindas palabras que esconde la verdad siempre flojita de papeles, que toleramos silenciosamente los abusos de los funcionarios, sus omisiones, el desgobierno, el rápido y brutal incremento patrimonial de nuestros amos, aunque ello se concrete a costa del desempleo, del hambre y la miseria.
Quizás sigamos eligiendo canallas como mandatarios, porque si designamos honestos responsables se exigirán y nos exigirán sangre, sudor y lágrimas para salir del aislamiento y la pobreza en que estamos inmersos a causa del conjunto de malvados en cuyas manos pusimos nuestro destino, un inmenso esfuerzo sin duda, que no estamos dispuestos a realizar.
Como remarca el filósofo Santiago Kovadlof, ya es hora de salir de la modorra, de dejar de elegir canallas, esos que nos dicen antes de ser seleccionados que ya tienen resueltas todas nuestras carencias, seguir la vía del que nos propone un camino de lucha y trabajo sostenido donde abundará el sudor pero que con tiempo, coherencia y convicción democrática las lágrimas se convertirán en amplias sonrisas al darnos cuenta que escapamos de la mentira miserable y el duro esfuerzo nos llevó a la verdad de los hombres libres, que dejamos la ignominia de la dádiva y la sumisión para toparnos con el trabajo digno y la idea sin cadenas.
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