Si bien son varias las circunstancias que atentan contra una vida estable y en paz de los ciudadanos en esta Argentina de hoy en día, podemos señalar cuatro factores que abruman al hombre común en su pasar cotidiano y que están relacionados con la inseguridad que se ha convertido en un cáncer imposible de controlar por las fuerzas del orden, que se ha extendido a cada rincón del país y está presente en todos los ámbitos imaginables, desde la calle hasta los hogares, escuelas o donde sea, no hay un sitio donde no esté presente el acto violento, el robo, los golpes, la muerte, la mayoría de las veces para obtener botines austeros que van desde un celular hasta una campera y por los cuales los delincuentes no dudan en llegar a cobrase la vida de sus víctimas.
El Estado está ausente en este materia, no existen planes de prevención que impidan la tragedia y siempre la autoridad llega tarde o de manera inadecuada y no son pocas las veces que son los propios agentes del orden los autores del crimen como se prueba con infinidad de causas donde estos, en todas las jerarquías, aparecen procesados por gravísimos ilícitos.
El otra elemento de preocupación del hombre de a pie lo constituye el desempleo brutal que ha privado de un trabajo y un ingreso digno a infinidad de personas que de la noche a la mañana han debido dejar sus viviendas, y acudir con su prole a radicarse en villas ominosas procurando una changa que les permita sobrevivir un día más.
Para colmo el Estado en lugar de adoptar medidas que alienten la instalación de empresas, la credibilidad y la confianza dicta normas, que como la ley de abastecimiento, restringen la actividad económica fijando arbitrariamente precios máximos, márgenes de ganancia, en síntesis reglas que alejan a cualquier inversión, en tanto en el mundo sobran los lugares para instalar negocios en un clima de libertad que aquí se recorta incomprensiblemente.
Finalmente la ausencia de una justicia independiente del poder político, sometida al gobierno, es la frutilla del postre en un país que invita a la migración de su población, en particular la más brillante, por convertirse en una trampa invivible.
Lo expuesto precedentemente ya ocurre decididamente en Venezuela en tanto 1.500.000 de habitantes, de los cuales el 90% son universitarios, han migrado del país expulsados, principalmente por la inseguridad personal, la inseguridad jurídica y la falta de opciones para progresar, al punto que los propios padres instan a sus hijos al exilio para escapar del país que hoy se ha convertido en un lugar extremadamente peligroso, con la inflación más alta del mundo, donde el Estado puede quedarse arbitrariamente con las posesiones del ciudadano y que en cualquier supuesto la justicia en todos los casos se pronunciará en favor del gobierno (Ver en Nuevo Herald On Line del 25/08/2014 “Venezuela agobiada por la fuga de cerebros”)
En Argentina la migración, por los mismos motivos se está produciendo paulatinamente y comprende sustancialmente a los jóvenes más aptos, que intentan buscar en el exterior un futuro que su país se lo niega obstinadamente y de manera insensata, tendencia que debe revertirse sustancialmente generando las condiciones de seguridad, trabajo, inversión y justicia independiente, con la pretensión de volver a ser la gran Nación, reconocida y apreciada por propios y extraños.
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