En esta argentina clientelista y feudal las palabras abundan, las promesas llenan discursos formales o informales sin que jamás se concreten, el “Vamos a...” jamás lleva a ninguna parte y hay al menos un par de generaciones que nunca vieron que se culminara alguna obra importante como el Chocón, hospitales y el escuelas de la magnitud de las que se construyeron en épocas lejanas y que por su solidez hoy siguen prestando el servicio para el que fueran construidos, a pesar de algún achaque, pues en los últimos 30 años nada materialmente relevante acompañó al decir intrascendente.

Así hoy nos encontramos con un país, sin rutas, ferrocarriles, centros de salud y educativos modernos y funcionales, sólo carteles en el medio de la nada con leyendas insólitas donde se consigna en pleno desierto ¡Aquí también se está construyendo el País!, propaganda de gobiernos que avergüenza, que constituyen una burla a un pueblo que ha sido abandonado por funcionarios que procuran riqueza de los recurso naturales para su beneficio personal, para el bienestar de amigos y punteros del partido político de turno.

Y el hombre de a pie ya se acostumbró a la mentira cotidiana, no presta atención a las mentiras, 30 años de engaño es demasiado tiempo para mantener la confianza, ya sabe que ni el ni sus hijos tendrán trabajo si no se avienen a los caprichos del patrón, si no responde asertiva y prestamente a su voluntad caudillesca ¡Si señor, como usted diga!, si no se somete sin peros ni condiciones a sus mandas.

Así la política argentina esta plena de autoritarios sometedores, sin vocación democrática y republicana que cuando acceden al poder se olvidan de la Constitución Nacional y el respeto a sus preceptos que acaban de jurar, el interés general y el bienestar del pueblo es postergado aceleradamente porque si algo caracteriza y ha caracterizado a quienes les delegamos ingenuamente la soberanía es la ausencia de grandeza, como decía Alberdi no son hombres de Estado, nunca nos han gobernado hombres probos actuando generosamente en el logro de la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria ( Ver Juan Bautista Alberdi, Obras Selectas).

Reitero, los gobernantes que hemos elegido sólo se han preocupado por intereses mezquinos, por el bien propio o de sus allegados, el pueblo, el hombre común siempre fue sorprendido en su buena fe, palabras que decían de desarrollo y grandeza adornaron mil promesas que nunca se cumplieron, sólo consiguieron enriquecerse sin límites como lo demuestra la impúdica ostentación de bienes que no se corresponden con sus ingresos de funcionarios públicos y la ominosa pobreza en que sobrevive el hombre común y orejano.