En el gobierno kirchnerista, Argentina batió récords en materia de ingresos que superaron los trescientos mil millones de dólares, suficientes para pagar toda la deuda externa, crear empleo genuino, implementar obras de infraestructura relevantes como caminos, ferrocarriles, encarar la explotación integral de la riqueza hidrocarburífera con punta en Vaca Muerta, acabar de una vez y para siempre con las carencias en educación, salud y seguridad, para construir, en suma, un refugio en el mundo apetecido para vivir por su inagotable riqueza y la incomparable belleza escenográfica presente en cada rincón de un lugar con el que Dios fue extremadamente generoso.

No fue así, no se invirtió un solo dólar en el desarrollo integral de la Nación, en la transformación de sus recursos en riquezas, en el bienestar general del pueblo, no se crearon empleos genuinos con sueldos dignos, se dilapidó el dinero.

La cara contraria a tanta negligencia en la inversión de recursos genuinos lo constituye sin duda el comportamiento de la república de Chile, que formalizada en el día de ayer la mayor reforma tributaria de los últimos 30 años, que permitió al Estado recaudar 8.300 millones de dólares anuales adicionales su presidente Michelle Bachelet resolvió destinar la mitad de lo recaudado para financiar la reforma estructural de la educación en todos los niveles para tender a una enseñanza de calidad y gratuita y otros u$s 4.000 millones se utilizarán para construir 20 hospitales y centros de salud.(Ver sobre el punto diario Río Negro del 27/09/2014 pág. 24).

El comportamiento de la Administración Chilena es un ejemplo que si bien no podemos seguir en lo inmediato, en razón de la manifiesta situación de crisis económica que vivimos los argentinos, debe tenerse presente por este gobierno y el que lo sucederá en el 2015 para que nos coloquemos de una vez y para siempre en la senda de la coherencia en la administración de bienes y recursos que integran el erario público