Que bueno sería volver al tiempo en que el valle de Río Negro y Neuquén era el gran productor frutícola del país, con ciudades plenas de vida y color, con aroma a fresco en el aire, las veredas del Neuquén pueblo, que marcaban los pasos de don Marcelo Berbel y los míos en tiempos que me sentía inmortal, que el Chocón auguraba el bienestar y el progreso, que mi viejo trabajaba en los coches comedor del tren Estrella del Valle, cuando la riqueza de la región estaba en las peras y manzanas y toda la variedad de frutos apetecidos por los mercados locales e internacionales.
Doy fe que en Neuquén las bardas estaban lejos del centro y los domingos la música alpina se enseñoreaba en las plazoletas que surcaban la Avenida Argentina, justo frente al Club del Soldado, época de Jaime de Nevares que en esa esquina mágica refugiaba a los que veníamos a cumplir el servicio militar de todos los rincones del país.
No se conocía la droga, la trata, el crimen organizado y el Batallón de Ingenieros dejó nuestras huellas en varias obras del interior neuquino, como el puente de Mariano Moreno al que aún hoy acudo a visitarlo, por nostalgia de las buenas épocas.
En el interior estaba todo por hacerse, aunque la construcción de rutas y caminos unían los pueblos que crecían en paz con la inmensa belleza de una geografía de excepción con lagos, ríos, montañas, bosques encantados, arroyos susurrantes, una maravilla indescriptible, un rincón inigualable.
Hace unos día leí que Neuquén es una ciudad gris, sin espacios verdes, sin aroma a fruta, sin bandas en las plazas, sin tren ni Club del Soldado, un pueblo de hormigón, altos edificios que casi no dejan ver el cielo.
Ya la riqueza no esta en la fruticultura, es la utopía del gas y el petróleo, de Vaca Muerta - la Arabia Saudita autóctona - de la vigencia de una anárquica e inmensa ciudad capital y a sus pies - hasta la cordillera - un conjunto de pueblos donde la gente migra si no han sido bendecidos de alguna manera por los hidrocarburos, que se han convertido, en los hechos, en la atracción exclusiva y excluyente de una región que de un destino de paz y grandeza consistente e impoluta, pasó por el afán del oro negro y el fracking a un presente de realizaciones riesgosas y que al final del recorrido - si se concreta - dejarán tierra arrasada y de ese valle dulzón y generoso, ese interior bello y atrapante sólo quedarán relatos, que pasarán de boca en boca, que dirán que en ese desierto contaminado, alguna vez estuvo el paraíso. |