La democracia no se agota al tiempo del sufragio sino que, se legitima en el transcurso de una gestión honesta y eficiente para lo cual se necesitan hombres amigos de los valores, que se destaquen por ser responsables y objetivos en su diario trajinar.
Aquí corresponde indicar que según el diccionario de la Real Academia Española responsable es la persona que pone cuidado y atención en lo que hace o decide y esa característica es la que se requiere inexcusablemente en los regímenes democráticos respecto de las personas que son elegidas para representar al pueblo soberano, para que el sistema indicado sea exitoso y no fracase por dirigentes omisivos, con vocación de desidia y negligencia, sin el debido rigor y convicción para cumplir fielmente el contrato celebrado por el mandatario con sus mandantes.
Además, como he dicho, los gobernantes elegidos deben ser objetivos, esto es apreciar la realidad en sus múltiples aspectos sin subjetividad, sin que apreciaciones político partidarias o sectoriales, aparten a los representantes del pueblo del objetivo esencial de la democracia representativa que no es otro que realizar el bienestar general del pueblo más allá de cualquier interés subjetivo, en tanto en la conducción del país siempre debe primar la satisfacción de las necesidades y prioridades del todo respecto de apetencias parciales.
Si lo expuesto en los párrafos precedentes no se cumple, si los individuos más idóneos en cada actividad son obviados y los cargos de poder, aquellos cuyos titulares tornan las decisiones relevantes para el funcionamiento del país o la provincia, esto es los que ejercen efectivamente las funciones de gobierno, son ocupados por los “leales”, sin que tenga importancia la capacidad, el apego por el trabajo, o la observancia de valores como la honestidad, la decencia, o el honor, la democracia será un nombre de fantasía, una formalidad una cáscara vacía, una cuestión de amigos y compromisos.
Así, debe entenderse de una vez y para siempre, que la mayoría obtenida al tiempo del voto no da atribuciones especiales al partido triunfante que se extienden sin más durante todo el período gubernamental, sino que la legitimidad que otorga el triunfo en la pugna electoral debe ratificarse día a día, en la gestión honrada y provechosa de todos y cada uno de los integrantes del gobierno, cumpliendo estrictamente y sin dobleces, el rol que le corresponda según el cargo que ocupan, con convicción y sustento, independencia y criterio republicano, sin hacer prevalecer los deseos de un grupo por encima del interés general y para lograrlo se requiere en cualquier caso de hombres de gobierno objetivos y responsables que realicen la democracia tan apetecida. |