El grave problema en que estamos inmersos los argentinos es que la realidad en que vivimos es una ilusión, una fantasía, una gran mentira.
Porque es mentira que somos ciudadanos de una democracia republicana, en verdad somos súbditos de dictadores nacionales, provinciales y municipales que manejan nuestras vidas conforme la arbitraria voluntad del amo de la jurisdicción pertinente que con carácter simplemente formal se rodea de legisladores y jueces que en los hechos no son más que empleados de una escribanía a disposición del tirano de turno y de sumisos, obedientes abogados que lejos de desempeñar su rol de forma independiente e imparcial lo hacen cumpliendo rigurosamente las órdenes del jefe/a que les ha regalado el cargo y ni ebrios ni dormidos sacarán los pies del plato.
Esta ilusión, esta ominosa mentira comienza en el acto inicial en que el tirano es "elegido" y así las elecciones libres son en realidad fraudes a la voluntad popular, burdos engaños donde la compra de votos, el intercambio de favores, la pobreza alimentada con fines electorales - tanto que se suele decir que a los tiranos argentinos le gustan tanto los pobres que los multiplican -, la manipulación de urnas, el control del acto electoral por dependientes del propio caudillo - el lobo cuidando a las ovejas- urnas embarazadas y estériles, boletas truchas y cuanta artimaña pueda imaginarse para que gane el dueño de las barajas que se perpetúa en el poder por tiempos sin límite y convirtiendo el cargo limitado en beneficio por siempre que se incorpora al acervo hereditario del tirano en cuestión y cuando La Parca viene por él aparece el hijo pródigo que lo sucede o la joven esposa que cumplirá estrictamente los principios del modelo o si en la familia no hay sucesores, no falta el amigo, compañero de toda la vida, ministro, gobernado, asesor fiel que utilizando la misma metodología anómala que su predecesor ocupa el trono del capo supremo.
En el desarrollo de esta fantasía democrática y republicana los distintos personajes de esta ficción actúan como si hicieran obras en serio pero todo es un montaje, ya que si bien algunas se concretan siempre se pagan a un precio varias veces superior al real, se destruyen a poco de andar y el beneficiario invariablemente es un pariente, amigo o referente del amo.
En el interín se instrumenta la estructura del malestar general, con hospitales sin material técnico y humano, escuelas que se caen a pedazos y la pobreza se multiplica sin cesar pues como es de público y notorio a más pobres más votos.
Así este pueblo manso es conducido paulatinamente al subsidio sin futuro, al trabajo sin papeles y por monedas mientras sin pudor un grupo de amos, del centro o del interior, se enriquecen ilimitadamente, con fe, optimismo, y un puñado de leales esclavos que no saben que es la libertad y que cuando el jefe/a le dice que hay que saltar sólo preguntan cuanto de alto.
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