La Constitución Nacional de 1853 se caracterizaba por garantizar ampliamente la libertad en todos los aspectos de la vida cotidiana, en especial en lo que hace a la actividad económica siguiendo las ideas de Juan Bautista Alberdi que desechaba la intervención del Estado en los negocios privados y el establecimientos de reglas y normativas restrictivas en el intercambio comercial con todas las naciones del mundo proponiendo para ello abrir las puertas generosamente a los capitales y al recurso humano que harían la riqueza de la Nación desestimando cualquier intento de cerrarlas pues ello traería aparejada la pobreza y el atraso.
Sobre el punto decía "Hay que buscar un sistema de organización conveniente para obtener la población de los desiertos con pobladores capaces de industria y libertad. La soledad, el atraso y la pobreza son los verdaderos enemigos de la región. Para poblar el desierto son necesarias dos cosas capitales: abrir las puertas de el para que todos entren y asegurar el bienestar de los que en el penetren: la libertad a la puerta y la libertad adentro. Si abrís las puertas y hostilizáis dentro, tendréis prisioneros no pobladores; cazaréis unos cuantos incautos, pero huirán los demás. El desierto quedará vencedor en lugar de vencido. Hoy es harto abundante el mundo en lugares propicios, para que nadie quiera encarcelarse por necesidad, y mucho menos por gusto. Si por el contrario, creáis garantías dentro, pero al mismo tiempo cerráis las puertas, no hacéis más que garantizar la soledad y el desierto; no constituís un pueblo, sino un territorio sin pueblo. Ello no es un Estado, es el limbo político y sus habitantes son almas errantes en la soledad del desierto, es decir americanos del Sur" (Obras Selectas, Juan Bautista Alberdi).
Durante los tiempos en que Argentina aplicó la doctrina de la Carta Magna abriendo sin restricciones las puertas a la exportación y a la importación, al libre ingreso de capital y de elemento humano el país creció sin límite, ocupábamos los primeros puestos entre los países relevantes del orbe, con un futuro que no tenía límites prosperidad que se fue revirtiendo sin prisa pero sin pausa cuando el populismo intervencionista se fue asentando en esta desafortunada Nación hasta llegar en la actualidad a cerrar las puertas a importaciones y exportaciones, circunstancia que llevó a la fuga de capitales ante tamaña hostilización y la pérdida de innumerables puestos de trabajo genuino que fueron reemplazados por dádivas, planes, subsidios que transformó al país en una ruina y sumió al pueblo en la pobreza más extrema todo ello seguido de una incomprensible dilapidación de divisas que han llevado a la extinción de las reservas que exige una adecuada actividad económica.
En un artículo publicado en el diario La Nación on line del miércoles 7/10/2015 bajo el título "El costo de alejarnos del mundo" el periodista Roberto Cachanosky dice: "De ser un desierto, la Argentina se transformó, a partir de 1880 con la consolidación nacional, en una potencia económica. Una ola de inmigrantes, que no venían a buscar un plan social sino a trabajar, llegó a la Argentina. El valor del esfuerzo y el trabajo imperaban en estas tierras. Las inversiones fluían y las exportaciones no paraban de crecer. Ese resultado no fue casualidad, hubo un marco institucional llamado Constitución Nacional de 1853/60 que fue la base sólida sobre la cual se construyó un país que era admirado en el mundo. Es seguro que ese enorme potencial que tenemos para crecer puede repetirse. Por supuesto que no bajo la locura de la sustitución de exportaciones e importaciones ni del populismo depredador. Puede lograrse recuperando los valores que imperaron en la Constitución que nos legó Juan Bautista Alberdi, ese genio tan ignorando en estos tiempos y que nos indicó que la integración al mundo era el camino. Por ignorar a nuestros sabios próceres como Alberdi tiene un costo. Y así nos va".
Por capricho, ceguera o pura soberbia, nos hemos apartado del mundo, nos alejamos de Alberdi y la filosofía de la Constitución Nacional de 1853 hasta llegar a una situación de quiebra ominosa de la que será muy difícil salir y si se consigue será con el sacrificio de varias generaciones convencidas que la inversión de capitales y el trabajo duro podrá devolvernos a la senda del progreso y el desarrollo sostenido. |