Nunca podré entender el motivo por el cual la jueza de La Pampa entregó al niño Lucio Dupuy que acaba torturado hasta la muerte por su madre y la novia sin hacer un examen ambiental que revelara la aptitud de ambas mujeres para criar a un niño de tres años, el ámbito donde se desarrollaría su vida, los medios y alejándolo de su familia paterna. 

En el caso la jueza que intervino en la desafortunada entrega Ana Clara Perez Ballester decidió la guarda a ciegas, sin investigar las condiciones personales de las asesinas de Lucio y el interés de las guardadoras por trabajar en pos del bienestar del niño cuando en realidad querían la tenencia del niño para convertirlo en un juguete sexual, un objeto para golpearlo cada día por odio al varón, por el placer que les brindaba cada herida que producían en el cuerpo del inocente. 

El niño se convirtió en un obstáculo para consumar sus relaciones, aunque no podían prescindir de él pues era la base de sus finanzas que eran satisfechas por la familia del padre a la que exigían una suma dineraria para remitirles videos del menor. 

Finalmente decidieron matarlo, golpeándolo salvajemente provocándole lesiones cerebrales producidas por traumatismo violento con un objeto indeterminado en cráneo y golpes de puño en el rostro que generaron una congestión severa más el enclavamiento de la amígdala cerebelosa que produce el paro cardiaco y la muerte. 

Como dijo el abogado de la familia Lucio vivió un año y meses de tortura diaria, de terror y a pesar de las heridas visibles, fracturas expuestas con las cuales concurría al colegio, hospitales y a cualquier lugar, sus vendas que tapaban las lesiones nadie las advirtió como se afirma los que querían ayudar no pudieron y los que podían no quisieron, secuela del miedo que provocan las fanáticas feministas, las que defienden la cuestión de género a cualquier costo.    

Lucio no es un caso aislado es quizás la punta del iceberg de la consolidación de la doctrina de odio de género que en el caso acabó con la vida de un niño que fue vejado y sometido de todas las maneras imaginables por dos mujeres una de las cuales era su progenitora.