El que gobierna es el que marca la cancha. Si lo hace respetando los derechos y garantías garantizados por la Constitución Nacional, si la libertad y la igualdad de los ciudadanos es su meta, si no hay privilegios, si abate la corrupción utilizando como medio una justicia independiente, si reconoce la democracia republicana impuesta por la Ley de Leyes y la consiguiente división de gobierno, si los cargos son ocupados por los más idóneos como sucede en países civilizados como las razonables naciones hermanas como Brasil, Uruguay o Chile, pueblo y gobierno no tendrán tropiezos de relevancia.
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Cuando la Autoridad, se convierte en dueña, en amo, en titular exclusivo y excluyente de la verdad revelada, donde los agravios de los funcionarios y la adopción de medidas que perjudican al ciudadano se hace cosa de todos los día, mandando con prepotencia, dejando paso a la corrupción, a la suma del poder público, se puede afirmar sin lugar a dudas que el enfrentamiento entre los sometidos y los privilegiados será inevitable.
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Eso sucede en este desafortunada país y la crispación irá en aumento pues como dijo la Sra. Presidente el modelo va por todo, lo que incluye mi libertad, mi propiedad y quizás hasta mi vida.
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Por eso el enfrentamiento creado por el discurso de CFK ya está presente, en la familia, en la sociedad, en cada rincón de la Argentina donde un K ha podido asentarse y crear discordia, enfrentamiento que ya no podrá detenerse.
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El gobierno dilapidará su dinero con aplaudidores y si no es reelecta la Sra. Presidente o antes del momento del voto, el atrevimiento más desatinado es posible, pues este modelo está enfermo de poder y del afán de enriquecimiento sin límites
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