Quizás por la fortaleza de valores de mi viejo, quizás porque mi madre me daba argumentos que fortalecían ese mandato paterno, tal vez por mi formación, o porque es algo que se lleva en los genes, por admiración a mis abuelos portuarios que caminaban de Lomas de Zamora hasta el Puerto de Capital Federal, a trabajar como guincheros por doce horas, para ahorrarse cinco centavos y se volvían a pie por el mismo motivo.
Porque con esos magros ahorros compraron sus terrenos, hicieron en sus ratos libres sus casas de dos piezas, de ladrillos de treinta, con un baño para todos ubicado en los metros adecuados
Quizás por los inmensos amigos honestos que Dios me regaló y me los llevó rápidamente como Alberto, Luis, El Colorado y tantos otros de moral y ética limpia y luminosa, como el sol de los buenos días.
Por la vocación por la justicia y la justa ley cada vez que pasaba con el trolebús desde casa hasta la Facultad de Derecho.
Por la maravilla de la familia extendida, que quedó allá lejos, por la pelea por un refugio para el que firma y su mujer e hijos, por mis ganas de un país grande, gobernado por hombres grandes por haber vencido a la horrenda dictadura militar, ¡¡¡ por todo ello no entiendo que sucede!!
Me estoy marchando de esta vida tan esforzada, clamo inútilmente que mis hijos son buenos tipos, que mis nietos Galita y Benicio se merecen una oportunidad.
Oportunidad que políticos corruptos, no le darán. Que roban impunemente ostentando mansiones y cajas de seguridad llena de euros y dólares y se aseguran una justicia adicta.
Nada que ver, una vergüenza, de impúdicos, cobardes y malvados.
Omnímodos, omnipotentes sin conciencia de lo limitado de la vida, ese pedacito de cosa que sólo está para amar, disfrutar hijos y nietos, de una realidad argentina que nuestros gobernantes convierten en mugre, gris basura, mentira.
Yo soy un viejo que está terminando su vida, sólo puedo escribir y reclamar, aunque estoy seguro que a los malvados Dios no los va a perdonar.
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