Nunca entendí el afán extremo por acceder y mantener indefinidas posiciones de poder en la sociedad y utilizarlas para lograr, sin que importe el medio, la mayor riqueza posible, traducida en incontables mansiones majestuosas, imponentes, que habitualmente no llegan a habitar y atesorar avaramente todo el dinero que cajas de seguridad y cuentas puedan albergar.
Y digo que jamás comprendí tal comportamiento en tanto la vida es extremadamente breve, tanto que hoy llegamos a este valle de lágrimas y en un abrir y cerrar de ojos estamos marchando reclamados puntualmente por la muerte precedida en demasiadas ocasiones de terribles y dolorosas enfermedades.
El único premio consuelo y quizás su máxima distinción lo consiguen al fin del camino, cuando ocurre el deceso del poderoso y los cumplidos de siempre llenan las páginas del diario reservada a los anuncios fúnebres
Efímera distinción, ya que en el mejor de los casos la página del periódico donde se consigna la tristeza por la partida del dueño/a de las barajas, amarillenta y trajinada culmina deshecha por el viento.
Mi berretín por dibujar versos en rima me llevó a describir el interrogante puesto de manifiesta más arriba en un poema que lleva por título "Necrológicas" y que reza como sigue:
Necrológicas
El renombre del rico termina con su vida; se recuerda el tesoro, pero no al atesorador. Muy otra es la gloria de la virtud de los mortales que la de sus tesoros. Leonardo Da Vinci
Relevantes los anuncios funerarios
abundantes si fenece un poderoso
tu mención ya publicas presuroso
es dolor que se exhibe extraordinario
Tan amados que son los importantes
generosa su acción en cada día
ya destacan su decencia, su hidalguía
y decir del sufrir nunca es bastante
Para Juan, el común, lo que merece
es la Obra Social o sólo nada
una vida sin matices, ignorada
es asunto de rigor, todas las veces
Fiel reflejo de obsecuente hipocresía
según tengas así será tu suerte
en los diarios los avisos de tu muerte
ya destacan tu influencia en la porfía |