Después de treinta años de democracia nos topamos con la cobardía de la violencia de género.

Cada día los medios nos cuentan de brutales golpizas, violaciones incalificables, asesinatos de mujeres por la sola condición de su género, terribles crímenes que no encuentran la debida respuesta de las autoridades de seguridad ni de la justicia.

A título de ejemplo mencionaré un par de casos que demuestran como este flagelo se ha instalado en nuestro desafortunado país, en los lugares más diversos del territorio nacional, impunes, obviados por los funcionarios que deberían ocuparse de ellos hallando a los responsables y castigándolos severamente.

En primer lugar me referiré al caso de la pobre niña muerta en una compactadora del Ceamse donde sufrió una agonía de no menos doce horas en un crimen que, como explican los expertos, fue preparado cuidadosamente por profesionales que la golpearon sin piedad que se aprovecharon de su vulnerabilidad, que la castigaron con ensañamiento, sin ninguna piedad no sólo para asesinarla sino también para gozar viéndola morir.

Una deficiente investigación determina que luego de transcurrido sesenta días desde que sucedió el hecho no sepamos cómo, dónde, cuándo ni por qué sucedió el hecho con un solitario y cuestionable presunto autor en prisión y sin que la fiscalía ni el juez hayan adoptado diversas líneas de instrucción como el homicidio por venganza, por odio, profesional, por ira, sin inspeccionar a sospechosos obvios, el entorno de los involucrados ni el de la propia víctima.

Sólo podemos afirmar con certeza, por negligencias varias, la terrible muerte de la adolescente de dieciséis años, de su asesinato a la luz del día en el barrio más importante de la Capital Federal.

Así las cosas el el diario La Nación On Line del 01/08/2013me encuentro con la carta que Etelvina Leiva, anciana del consejo Carashe de la comunidad Qom Qompi Voque Naqockta, escribió en la que se pregunta sobre las causas del asesinato de Juana Gómez, la adolescente de 15 años que fue encontrada muerta y semidesnuda colgada en un árbol, en la localidad de Quitilipi, en Chaco. Etelvina es una "L`toxoyeq" (anciana portadora de sabiduría), y al final de su conmovedora misiva cuya lectura recomiendo concluye " Yo escuché que la Justicia es ciega. Vi una foto de una mujer con los ojos tapados. Pero necesito que ella un poco nos mire, para que estas cosas no vuelvan a pasar."

Cierto, absolutamente cierto, por una vez esta justicia absolutamente ciega, debe deprenderse de la venda que tapa sus ojos, vea la brutalidad que se está cometiendo con mujeres vulnerables y ponga fin a este genocidio de género, hallando a los verdaderos autores, desprendiéndose de cualquier presión que la limite y cumpla rigurosamente con su rol que no es otro que hallar a los cobardes que abusando de la vulnerabilidad de la mujer la golpea, la viola, la mata.