En 2013 se presentaron 723.138 denuncias penales en el territorio bonaerense, a razón de 82 delitos por hora, según estadísticas de la Procuración General de la Suprema Corte en base a las investigaciones penales abiertas en las más de 450 fiscalías instaladas en toda la provincia. (Ver diario Clarín On Line de 14/04/2014).

La cifra expuesta precedentemente es un punto de referencia ineludible cuando afirmamos que la inseguridad es el principal problema a encarar y resolver por los entes encargados de la seguridad y la justicia en las distintas jurisdicciones del país.

Si apreciamos por otro lado que la mayoría de los delitos de poca monta o relacionados con abusos sexuales no se denuncian, el panorama que se presenta es de proporciones inconcebibles y se extiende en igual proporción a los distintos rincones del país como lo muestran los medios de comunicación nacionales y provinciales.

Lo expuesto demuestra fácilmente que argentina dejó de ser un país pacífico y acogedor para convertirse en un lugar invivible para el hombre de a pie, aquel que confiadamente entra o sale de su hogar, camina por la calle, va a cobrar su jubilación al banco, acude al municipio a pagar los servicios, para aquel que en suma realiza las tareas cotidianas y que se ha convertido por niños locos por la droga, mano de obra desocupada, la ausencia policial, las zonas liberadas, por doce años de desaliento al trabajo, al respeto de las normas de convivencia, de consideración por el otro, en blancos móviles que son asesinados sin piedad, en silencio, sin mediar palabra.

Aquello que era ocasional, hace poco tiempo se ha convertido en habitual, el crimen aberrante que acaparaba la tapa de todos los diarios y sorprendía a la sociedad toda hoy no pasa de ser una noticia más en la sección de policiales que ya abarca varias hojas con delitos que agotan el Código Penal, desde la violación gravemente ultrajante hasta el tiro del final por robar un celular.

El periódico se llena de sangre de inocentes ciudadanos que no saben reaccionar ante esta masacre desorganizada, porque todavía en sus mentes están las imágenes de su ciudad tranquila en las que caminaba, en paz disfrutando de noches blancas de estrellas y esa ilusión los lleva al descuido y la muerte.

En la última década se abrieron sin restricciones las puertas al narcotráfico, a la trata de personas, al crimen organizado, que fue ocupando sin peros ni trabas todo el territorio nacional y hoy además de enfrentamientos sangrientos por ganar espacios para el delito los criminales han destruido a jóvenes niños - impunes según la ley - utilizándolos como incipientes vendedores y consumidores de la droga por la que matan y mueren.

Mucho para decir pero entiendo que el dato de 82 denuncias de delitos por hora es un detonante más que apto para que de una vez por todas aquellos encargados de la seguridad y resguardo de la población adopten medidas de represión rápidas y eficaces para arrasar con los asesinos y malandras de toda laya y para que, como sucedía hasta hace una década, andar sin miedo vuelva a ser una disfrutable costumbre del hombre común y el crimen sea la excepción, tan ocasional que justifique la tapa de todos los diarios.