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Escrito por hector luis manchini   
Viernes, 06 de Junio de 2014 19:09

Once hermanos - entre ellos mi madre - se reunían cada domingo en la casa de mis abuelos a celebrar la vida.

Con ellos sus esposas/os, sus hijas/os -entre los que estaba yo- compartían una larga mesa plena de tallarines con tuco espeso y vino negro, y la charla, el canto, el baile alegre de una familia de italianos que se integraban en una larga cuadra de tanos, en Italia Chica, allí en Lanús, provincia de Buenos Aires, al costado de las vías del Roca por donde pasaba el tren Estrella del Valle que un día me traería a esta tierra sureña, en una calle de una vereda sola, enfrentada al deposito de rezagos del ferrocarril, con inolvidable picados donde mi viejo y mis tíos jugaban, como chicos, el alma en cada pelota y al caer la tarde la despedida con fuerte abrazo, tantos besos y nos vemos en la semana.

Esa familia extendida, su fuerza, solidaridad, contención está guardada en mi arcón de las buenas cosas.

El tiempo pasó y ese refugio de felicidad y amor quedó en la historia, hoy ya no existen las familias numerosas, y la familia, célula básica de la sociedad, está en vías de extinción.

Los hombres y mujeres ya no se unen para toda la vida pensando en los hijos que van a venir, todo es transitorio, pequeño, un tiempo de amor hasta que sobreviene la rápida separación.

Mi profesor de derecho de familia, Julio López del Carril. acertó cuando en tiempos en que se acercaba el divorcio vincular, hasta ese momento vedado en la legislación argentina, nos decía que luego de consagrada la disolución del matrimonio sobrevendría la multiplicidad de vínculos, hermanos de distintos padres, la anarquía y la extinción de la familia.

Sin duda que gran parte de los males que nos aquejan tienen su origen en haber abandonado la costumbre de vivir en familia, de criar hijos, del apoyo fraterno cuando llegan los malos tiempos, el fuerte abrazo y tantos otros incondicionales.

Por ello, porque este país no volverá a ser hasta que la familia no asuma la prioridad perdida, pensemos en ella, que hijos y nietos armen vínculos sólidos, que lo ocasional deje de ser, que padres amorosos críen a hijos fuertes, valientes y honestos, que los llenen de nietos, que la reunión familiar sea el comienzo del fin de tantos desencuentros.

Recuperemos la familia para que la Nación Argentina vuelva a ser, retornen mesas pobladas de charlas risas, cantos y abrazos en la despedida, que el amor de padres, hijos, sobrinos y nietos reemplace este gris y solitario pasar, de una vez y para siempre.

 
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