La alimentación el abrigo y el cobijo que se brinde a un niño en los 1.000 primeros días de su vida deben ser de excelencia si la intención es que ese menor tenga el mejor punto de partida para llegar a ser un adulto de provecho, con plena salud física y mental destacándose que en general en todo el transcurso de la niñez y la adolescencia las condiciones de nutrición, estímulo y resguardo requieren un nivel superlativo para consolidar una vida feliz, plena y productiva.
Lo expuesto precedentemente y que constituye el ABC de las recomendaciones de pediatras, médicos generalistas, psiquiatras o psicólogos y nutricionistas, lejos está de cumplirse respecto de los jóvenes en Argentina acechados por la pobreza y la indigencia.
En tal sentido en Infobae del 10/09/2014 se informa "En el total de la población urbana del país, la pobreza entre los menores de 18 años está estimada en 38,8%, contra el 37,2% de 2012. El porcentaje indica que unos 5 millones de niños y adolescentes son pobres, y dentro de este conjunto hay unos 800.000 (9%) indigentes, de acuerdo a la encuesta del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia para 2013 que presenta la Universidad Católica Argentina...La tendencia a un aumento de la pobreza medida por ingresos se ve agravada por la persistencia de elevados niveles de pobreza estructural que se mide por las condiciones de vida y vivienda."
Así la realidad nos muestra la falta de atención por el Estado de las necesidades básicas que debieron ser satisfechas en tiempo y forma y que al no hacerlo se ha generado una minusvalía irreversible en los niños y jóvenes pobres, poco afortunadas, que no podrán enfrentar la vida adulta en igualdad de condiciones con aquellos que recibieron la nutrición abrigo y refugio adecuados, lo cual determina una situación de desigualdad esencial imputable a las políticas del gobierno que no dieron cumplimiento a normas de jerarquía constitucional como La Convención Internacional de los derechos del Niño que pone a cargo de los Estados a través de las Autoridades de Salud implementar las políticas que sean menester para que esta situación ominosa no ocurra.
En Argentina hay multitud de organismos que deberían ocuparse del tema desde Secretarías y Subsecretarías del Menor hasta Defensorías y Juzgados de Menores, Niños y Adolescentes, llenos de médicos, asistentes sociales, psiquiatras, psicólogos, nutricionistas que en los hechos se trata de mera burocracia inútil, cartón pintado que aprovecha fluídamente la omisión de controles referidos a la eficacia de sus roles.
De tal manera, la falta de medidas respónsables, rápidas e idóneas de los funcionarios que deberían impedir que se concrete el daño irreparable de la pobreza y la indigencia en niños y adolescentes los condena a una vida adulta mortificante y sin esperanzas.
imagen infobae.com
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