Caras preocupadas, rígidas, ausente la sonrisa, mirada al piso, respuestas evasivas, inentendibles, de compromiso, casi zombies, que se desplazan abrumados, sin percibir al otro, que miran sin ver, por calles silenciosas de ciudades grises, sin presente ni futuro, que van algún lugar donde nadie los espera ni necesita, en un instante, la noche, la vuelta a casa, un bocado, las sábanas frías, gélidas, un hipnótico y hasta el próximo amanecer si no ocurre la partida al mundo de nunca jamás.
Parece un cuento pero no lo es, sólo se describe el pasar diario de un lugar donde el presente se convirtió en un conjunto de días idénticos al siguiente, sin alternativas distintas, sin novedades, porque la esperanza de un futuro mejor ha dejado de ser.
Hundido en su refugio de chapa, anestesiado por la droga en una ominosa villa donde el frío, el viento y la muerte es de rigor, predecible, para el cazador joven, casi niño, todo es igual, el calor y el frío, comer o no, vivir o no.
Una pizca de lucidez, la moto y el fierro, salir a cazar como cada día, ahí va ese de cara preocupada, sin sonrisa, con ojos que miran sin ver , la moto el fierro y la presa que sin inmutarse se anticipa, saca su propio fierro y un círculo perfecto pleno de sangre en la frente del cazador dice de su fin. |