Cuando llegué a la edad de acceder al colegio secundario mi primo Rubén me alentó para ingresar al Liceo Militar General San Martín. Ante su extraordinaria existencia y el hecho que esa posibilidad estudiantil era compartida con mi admiración por las fuerzas armadas decidí presentarme al examen a pesar de carecer del dinero necesario para pagar el ingreso y las cuotas pues la ansiedad y las ganas de dar el primer paso en la carrera militar y la calidad de los docentes que allí ejercían me llevó a reemplazar mis excusas por estudios profundos y serios aunque, confieso, que mi mayor obstáculo no era ganar o perder el ingreso sino el falso estigma que yo era un “negrito de Lanús” pobre y que debía competir con aspirantes que eran hijos de embajadores, presidentes, diplomáticos, empresarios relevantes, etc.
Llegó el día del examen y me sorprendió la calidad de los automóviles en los que llegaban los aspirantes.
No sé porque asocié la majestuosidad automovilística notoria y ostensible con el hecho real que en mi barrio había un solo auto, que era un Kaiser Carabela, propiedad del médico del lugar.
Entré al inmenso salón de exámenes, apichonado y con la idea que yo no era de ese palo pero con valentía tomé el cartilla donde constaban las preguntas del examen y me concentré en el desafío.
Realmente el examen era extremadamente difícil, no obstante lo cual, acudí a todo lo que había estudiado para rendir esa ansiada prueba sin pensar en el dinero que no podría pagar, pues al leerlo un par de veces me dí cuenta que yo podía ganar ese desafío.
Luego de mucho tiempo entregué al preceptor las hojas del examen con todos los interrogantes y reclamos exigidos en su totalidad contestados.
Salí del salón exhausto, transpirado, nos dijeron la fecha en que íbamos a recibir las notas y volví a mi humilde morada con una sonrisa por haber aceptado el desafío, sin tomar conciencia del compromiso que había asumido de pagar una cuota dineraria que no tenía.
Mantuve todo en secreto respecto de mis padres; la única que sabía era mi tía Ofelia, la madre de mi primo Rubén.
Un sábado a la mañana (lo recuerdo sin duda) porque todos los sábados a la mañana a la edad que tenía acompañaba a mi madre a la feria del barrio (Lanús).
Mi madre me detiene y me entrega una carta diciéndome “hijo ésta carta es para vos, te la manda el Liceo Militar General San Martín”, la abro ansiosamente y allí se me informa que no solamente había ingresado al Liceo Militar sino que había obtenido una nota inmejorable que me beneficiaba con la beca que me ayudaba a cursar en el liceo los cinco años en su totalidad de manera prácticamente gratuita.
No podía creerlo porque conmigo habían dado examen mentes brillantes, hijos de lo más relevante de la política, la diplomacia, eminencias que estaban muy lejos de mi día a día lanusense.
Ingresé, saqué siempre notas importantes pero cuestiones privadas me llevaron a no poder terminar quinto año que posteriormente al año siguiente concluí en otro colegio excepcional como es la Escuela Normal y Nacional Antonio Mentruyt (ENNAM) de Lomas de Zamora que se convirtió por la calidad de mis compañeros y profesores en un enorme hogar feliz que siempre estará en mi corazón tal como sucedió con el Liceo Militar General San Martín.
Ambos institutos me formaron con una calidad que luego me daría la oportunidad de alcanzar la meta que siempre busqué ser juez.
¿A qué viene esto? resulta que en Facebook leo dos noticias que me llevan al pasado, una que no puedo determinar si es cierta, porque no la pude corroborar por la calidad de la fuente de manera absoluta, según la cual se iba a disolver las FFAA para ahorrar el dinero que cuesta su funcionamiento y el envío de una carta por parte de miembros del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) al Ministro de Defensa poniéndose a su disposición, ambos textos me conmovieron sin poder evitarlo y en mi mente se dibujó la imagen de mis hijos que todos los días salen a buscar trabajo a veces con suerte y otras sin ella.
Además aquí se me cruzó la imagen de Juan Cabandie que en razón de sus contactos y su lucha por el absolutismo kirchnerista hoy es Ministro de Ambiente y Desarrollo de la Nación.
Ahí todo cerró, en la Argentina de hoy para conseguir un trabajo se necesita ser hijo, tío, padre de un personaje de relevancia política como puede serlo Zulema Menem, Máximo Kirchner pues son los que, como diría Susanita, antes de pegarle un cachetazo Mafalda, “los que tienen la sartén por el mango”, y a los demás se los hace mendigar, para obtener un cargo relevante se examina su relación con Venezuela, Cuba, Nicaragua, etc. allí, a mis 73 años, - como diría Cacho Castaña “tan cerca del punto final” - tomé plena conciencia que las personas que me trataron en mi extensa vida con mayor imparcialidad y honestidad fueron las autoridades del Liceo Militar General San Martín, que me becaron, esto es otorgaron por la nota obtenida, el premio al mérito que consistía en la gratuidad de estudios, cama, comida, salud, disciplina, esto es una atención integral y casi gratuita.
No olvido que conmigo cursó y no fue becado, tuvo que pagar como cualquier hijo de vecino, Rogelio Frigerio, padre, Okama (japonés), el hijo del Presidente de Bolivia entre otros muchos, lo cual me demostró la absoluta transparencia y honestidad de las FFAA - en este caso el ejército - que en una justa sin trampa dieron lugar a Héctor Manchini, hijo del mozo Héctor Manchini, un simple trabajador, que con mucho esfuerzo cuidó a mi madre, mi hermana y al que firma.
No puedo dejar de decir el enorme honor que sentí, cuando representando al Liceo Militar, desfile en la Avenida 9 de Julio frente al presidente constitucional Arturo Frondizi ( Paso de los Libres, 28 de octubre de 1908 - Buenos Aires, 18 de abril de 1995 fue un abogado, periodista, docente y político argentino, que fue elegido presidente de Argentina y gobernó entre el 1 de mayo de 1958 y el 29 de marzo de 1962, cuando fue derrocado por un golpe de Estado militar) .
Con el paso del tiempo fui abogado, secretario judicial, defensor de Cámara de Apelaciones, Procurador, Juez de Primera Instancia, Vocal de Cámara Judicial y Presidente de ella.
El que me conoce sabe que luché fervientemente con afán, sin excepciones de ningún tipo para que la justicia, como hoy pretenden, no sea solo la solución de un problema sino sustancialmente e invariablemente investigar, hallar y consagrar con rapidez y precisión la verdad que es el objetivo final de cualquier proceso judicial, tal como me lo enseñaron los docentes del Liceo.
Me permito terminar clamando por nuestras gloriosas FFAA, por los héroes de Malvinas, por los presidentes con honor como Arturo Frondizi y Arturo Umberto Illia y todos los hombres y mujeres de bien que han elegido este país para desarrollar sus aptitudes y valores.
¡¡VIVA la PATRIA!!
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