Rusia no dudó un instante al concretar en la traicionera intervención a Ucrania todas las acciones calificadas por el derecho internacional como crímenes de guerra.
Se ensañó con la población civil, con los más débiles, esto es, niños, ancianos y mujeres, bombardeó insistentemente un hospital de niños y la maternidad aniquilando sin piedad a las embarazadas y a los párvulos indefensos, hostigó hasta el hartazgo el hospital psiquiátrico, residencias civiles, utilizó los tanques para aplastar automóviles civiles que circulaban por calles y rutas, atacó hasta hacerlos desaparecer, lanzó misiles en dos oportunidades a la central nuclear más grande de Europa provocando en una ocasión un incendio en la parte administrativa, destruyó en una agresión un teatro con capacidad de más de 1000 personas que se encontraba colmado de refugiados, arrasó viviendas, transformándolas en montañas de ladrillos que quedaron como sepulturas de quienes las habitaban, edificios destinados a múltiples actividades volaron de la faz de la tierra.
El presidente de Ucrania, Zelensky obtuvo ayuda de los países de Occidente, los líderes y parlamentarios calificaron a Putin como criminal de guerra, mención que se ganó desde el momento que invadió a su vecino, luego de convencer a las autoridades y al pueblo ucraniano que jamás los atacaría.
Mentiras vertidas a un pueblo convencido que la paz sería por siempre.
Imagen de Financial Time © Ingram Pinn |