La noche zapalina, sus luces ocasionales, sus sombras, sus oscuridades, su ausencia de señalización del sentido de circulación de las calles, la falta de identificación de las mismas, la alternancia entre una vía de cemento a otra de tierra y súbditamente alguna de barro espeso, cinco diagonales que coinciden en un punto, la rueda sin fin de alguna plaza, un pozo aquí, un bache allá y una inmensa zanja que baja y se pierde, todo un enorme obstáculo que supera el desafío más atrevido, un Megatlon que aquellos fanáticos de las aventuras de riesgo no pueden obviar.

Es una prueba sólo para aventureros elegidos, amantes del peligro extremo, como volar en parapente, ascender a la cumbre del Everest, navegar en minúsculos botecitos por ríos turbulentos llenos de escollos rocosos desconocidos, cazar leones con la mano, frustrar la intención de devorarte del tigre más pintado con una certero golpe de karate o galopar en el lomo de un elefante agarrado de sus orejas y cualquier otro entrevero semejante cuando la adrenalina llega al tope de lo admitido y aún más.

En verdad juro que ignoraba esta atracción y aunque lo hubiera sabido mi desapego por la vida no llega a tanto. Por ello, por que lo ignoraba es que me atreví a trasladarme desde el inmueble que ocupo cuando estoy en esta ciudad sito en Primera Junta 240 hasta la sede de radio "Urbana" ubicada entre las calles Brown y Gatica, en negra noche sureña. La charla sería sobre educación, un tema apasionante y ello alentó mi intención y aunque ignoraba donde quedaban las calles Brown y Gatica me dije que los carteles indicadores me llevarían mansamente a mi destino. 

Apenas salí del lugar que habito las luces del barrio aparecían más que austeras pero seguí confiado pues esa zona, hasta el centro, la conocía. Pasando el cementerio comenzaron los problemas. Inexistencia de carteles indicadores de identificación de calles, sentido de circulación de las mismas y oscuridad casi plena a lo que debía sumarse vehículos de gran porte estacionados en las esquinas que impedían apreciar para donde tenía que mirar para evitar el choque que cada vez aparecía más inminente.

Porque no acierto una no juego a nada y así cuando miraba para la derecha un intrépido camión aparecía por la izquierda y viceversa siendo cosa de cada esquina las bruscas frenadas mientras cerraba los ojos y los furiosos automóviles pasaban delante mío gritándome ¡¡¡ Oooleeee!!! Cada vez que retomaba una calle -siempre oscura - resultaba, inevitablemente, que era contramano comprobando - como dato positivo - que tengo gran muñeca para eludir automotores que circulan en dirección contraria y como asunto negativo que los conductores de esos vehículos- que no dejé que me embistieran- eran unos mal educados.

Bramido del celular y los señores de radio "Urbana" intentaban amablemente guiarme mientras mi móvil se hundía en una inmensa boca del infierno de la que salí milagrosamente. Allí decidí rendirme, sin ningún cartel, ningún dato, subí y bajé de la ruta que apareció sin avisarme, tomé una calle que de pura casualidad coincidía con la circulación de la camioneta, que ya tenía colocado piloto automático, hasta que llegué a una esquina oscura con un local a toda luz de donde salieron levantando las manos una amable señorita y un comprensivo caballero. Me recibieron con lágrimas en los ojos por estar en mi destino. Abrazos y festejos a pesar que en el tiempo que había llevado el Megatlon de Zapala, el programa al que fui invitado había concluido.

Volví a mi casa agotado, con un par de anteojos como utilizan los soldados para ver de noche que me prestó un alma caritativa y con la ilusión que la Señorita Intendenta y el Consejo Deliberante de Zapala coloquen en cada esquina carteles que indiquen con pintura fluorescente sentido de circulación e identificación de las calles y se ilumine la ciudad, se reparen los pozos traga vehículos o en su defecto que dejen todo como está y oficialicen el "Megatlon Zapalino" que le pasaría el trapo a eventos similares como el "Triatlon de Chapelco" por ejemplo y dejaría buen dinero a las arcas de la ciudad