Hacía un tiempo prolongado que no viajaba a San Martín de los Andes desde Zapala, decidí viajar a la ciudad de los lagos para disfrutar de la belleza permanente que brinda al turista y así resolví emprender la travesía.
Lamento decir que en primer lugar me enfrenté a una ruta donde ganan por goleada los baches, el ripio y el abandono en todo su recorrido lo cual otorga una sensación de peligrosidad permanente muy lejos de lo que implica un camino de excelencia para acceder a una ciudad turística de primera línea.
Una vez que la cartelería me indicó que llegaba a mí destino me enfrenté con una ciudad escondida tras árboles inmensos y descuidados que habían crecido sin límites ni atención de los funcionarios encargados de mantenerlos prolijos a los fines de presentar un lugar turístico que reuniera los recaudos mínimos imprescindibles para pasar algunos días disfrutando sin riesgo.
San Martín de los Andes es una ciudad en la que trabajé y pasé, quizás, los mejores momentos de mí vida pero soy una persona objetiva y cómo decía Alberdi muchas veces cuando se advierten falencias ostensibles que, como en éste caso, es necesario exagerar las verdades que no son vistas por los ojos comunes, esto es, que debe recriminarse al gobierno de la ciudad que se dificulta extremadamente caminar a causa de veredas destruidas que una y otra vez generan tropiezos y con ello lesiones provocadas por torceduras y caídas en los paseantes que acaban en el traumatólogo para sanar las lesiones ocasionadas y los golpes al enfrentarse con un escollo inesperado.
El descuido es demasiado evidente como para guardar silencio respecto de la magnitud de la dejadez que presenta San Martín de los Andes, hemos trabajado y disfrutado sus bondades panorámicas y escénicas, recursos inigualables que atrae el turismo y el empleo y así corresponde -según mi parecer- que se llame la atención del gobierno para poner fin a la desidia transformándola en acción positiva, corrigiendo las anomalías descritas que constituyen una obligación ineludible de los que con el voto de la gente, de sus mandatarios, han sido elegidos para administrar con patriotismo y afán ciudadano este pedacito de sol, tierra y lago, esto es, justamente, donde estuvo el paraíso.
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