En un libro que lleva por título «Borges» su autor, Adolfo Bioy Casares, relata que al comienzo de la Segunda Guerra Mundial cuando Inglaterra defendía sola al mundo libre, nos reunimos en el restaurant chino La Pagoda, en Diagonal y Florida para firmar un manifiesto en favor de los aliados. Entre los que concurrieron se encontraban Borges, Petit de Murat, Martínez Estrada y Bioy Casares. La cuestión medular o central era determinar si el pronunciamiento en favor de los aliados constituía un asunto al que adherían las personas honestas sin duda o constituía una consigna que sería rápidamente seguida por personas que, por intereses diversos, pero particularmente los propios descartando el interés general.

Súbitamente Petit de Murat se levantó y dijo que «el asunto era simple de un lado está la gente decente del otro los hijos de puta», «si es así, contestó Martínez Estrada, firmo con ustedes encantado» y así subieron los integrantes de la reunión a las oficinas de «Argentina libre» y todos suscribieron el manifiesto.

Lo expuesto me hace acordar a la reunión de la OEA del 30/7/2024 que tuvo como objetivo la verificación integral de los resultados de las recientes elecciones celebradas en Venezuela buscando frenar una posible maniobra de Maduro ya que sin control de veedores internacionales podría entregar actas falsas o manipuladas para que sean avaladas por la justicia chavista y como lo señala la periodista Paula Lugones algunos países, entre ellos Brasil, Colombia y varios de los caribeños (que tienen dependencia energética de Venezuela y lazos amigables con China) se resistieron a adoptar este punto y los países impulsores se negaron a quitarlo o modificarlo. Cuando se pasó al recinto el destino del documento ya era la muerte obviando un voto en contra de lo propuesto por la asamblea de 18 a 17 y Maduro respiró aliviado, mientras las calles de Venezuela se llenaban de sangre, se hacía desaparecer a miles de ciudadanos encerrándolos en las mazmorras del régimen.

Lo expuesto muestra que aun hoy es necesario para consagrar la libertad y el bienestar de los pueblos resolver las cuestiones relevantes desechando a los que siguen a los dictadores y los deshonestos y simplemente eligiendo a la buena gente y obviando a los desgraciados y traidores tal como en un momento lejano lo propuso con éxito Petit de Murat.