Tengo 72 años de edad, mi salud siempre ha sido buena, jamás fui sometido a una operación quirúrgica y puedo decir que hasta el día de ayer (17/04/2019) las complejidades de enfermedades o accidentes estuvieron siempre ausentes en mi vida.
Digo hasta ayer, pues por la mañana, en una jornada que aparentaba su desarrollo como era la costumbre, fui a higienizarme al baño de la habitación del hotel ISSN de Villa La Angostura, accedí a la ducha que se encuentra en un espacio de 40x40 cm aproximadamente, lo cual desde el principio me atemorizaba, pues a pesar de tener alfombra para evitar un desplazamiento no querido, el espacio para enjabonarse, dejar correr el agua para finalmente proceder a remover la mezcla de jabón y agua era ínfima y el recinto carecía de un par de trabas de metal para sujetarse (agarraderas) en el supuesto de que el jabón y el agua me pusiera en una situación infortunada como puede ser resbalar sin contar algún elemento seguro para aferrarme a él.
Cómo ya deben estar percibiendo los lectores, el evento no deseado se produjo, esto es, al querer cerrar el agua fría, imprevistamente mi pie derecho, que lo usaba de apoyo se desliza por la solución jabonosa y tras él va toda mi humanidad, logrando salvar el lateral izquierdo de mi cuerpo no sucediendo lo mismo con el derecho particularmente con mi hombro de ese lado, que luego de la consulta médica a la que llegue en ambulancia el traumatólogo especialista en ese tipo de cuestiones, me indicó -incluso con unas bellas imágenes de tomografía computada 3D- que había sufrido la fractura más grave del húmero, que estaba realmente destrozado, lo que imponía una inmediata inmovilización que ya me habían efectuado en el hospital de la ciudad de Villa La Angostura, de excelente atención, donde me encontraba descansando.
Me impuso una intervención quirúrgica urgente, donde tengo todas las posibilidades de perder, ya que el resultado de la misma no es del todo satisfactorio a mayores de 40 años, agravada por algunas enfermedades que padezco como consecuencia de ser un anciano, como por ejemplo la resistencia a la insulina, el desgaste natural por el transcurso del tiempo vital, traducido en artrosis, artritis y otros padeceres.
Salí de la clínica con el deber impuesto por el galeno de realizarme en un término muy breve una serie de estudios y análisis, para impedir que los fragmentos del húmero se necrosaran.
Con un ánimo como el que todos ustedes imaginaran, mis intestinos revueltos por todas las malas que debía afrontar, me dirijo apresuradamente al toilette, y allí comencé a apreciar todo lo que había perdido con la restricción absoluta de mi brazo derecho, no teniendo otra alternativa que acudir al bidet y tratar -sin éxito alguno- con la mano izquierda de suplir la función de la derecha.
Luego de este episodio comencé a googlear y allí me dí cuenta que mi brazo derecho que hasta ese momento de mi vida no le había dado importancia era quizás el miembro más relevante para desarrollar mis actividades cotidianas.
En efecto, quise afeitarme con la mano izquierda -no por nada llamada siniestra- y terminé con la cara cortada en varios puntos y sin concretar ese logro, intente abrir una lata de ensalada de fruta para dar algo de dulce a tanta amargura y la realidad puso en evidencia que es algo que no puedo hacer con el brazo izquierdo.
El intento de ducharme en mi casa, con mis comodidades, me provocó una situación de pánico, pues ese hecho tan habitual y común llevó mi pensamiento a la caída en la ducha del hotel.
Rápidamente tomé conciencia que prácticamente mi brazo derecho que ya no me acompañaría en lo que me restara de vida, había sido hasta ahí, el mejor aliado de mi pasar cotidiano.
Señalando entre otras minusvalías trabajar en la computadora, atarme los cordones, abrocharme la camisa, cortar los alimentos que debía ingerir para seguir viviendo, es decir, la pieza más importante de mi cuerpo me había transformado en un inválido absoluto ya que el médico me aseguró que aún saliendo bien la operación era probable que la acción de abducción de mi brazo derecho no la podría ejercer del todo nunca más.
Hasta aquí mi relato y el consejo de que extremen los cuidados de su brazo derecho, particularmente de su hombro, pues sin él, para los diestros, la vida carece de sentido.
No es exageración, es la realidad, lamentable, triste y que pone entre signos de interrogación si valdrá la pena continuar en este mundo de diestros o siniestros que superando los 40 años si pierden por algún motivo la habilidad del brazo quedarán marginados de la actividad que realizan con su mano hábil y ello siempre y cuando la cirugía sea exitosa, esto es que no palmes en ese intento. |