Eduardo Amadeo, economista, autor de "País rico, país pobre"
Enrolado en el peronismo opositor al kirchnerismo, Eduardo Amadeo –diputado nacional– sostiene que la erosión de toda posibilidad de expectativa de vida digna que afecta a millones de argentinos fractura
el país en dos.
–¿Cuándo sale su libro "País rico, país pobre"? En el mundo de la política se habla mucho del tema y también en el campo académico.
–En pocos días más. Refleja mucho de una parte intensa de mi experiencia sobre la pobreza. En alguna medida, el ensayo que acabo de publicar en el libro que compiló Roberto Lavagna –"Pensando un país"– hace a mi libro.
–En un tramo de su ensayo usted señala que la pobreza implica erosión de los activos materiales y simbólicos de los afectados. ¿Qué abarca lo simbólico?
–Ahí reflexiono desde mi trabajo en villas. Le doy un caso: ahí los chicos tienen destruido el sistema de aspiraciones. Se crían y crecen con un techo muy bajo en cuanto a sus expectativas de vida y su relación con el futuro. De hecho, no hay idea de futuro, sólo hay presente y miserable, claro: pobreza y pobreza. No se piensa más allá de ese presente. A esto le llamo destrucción de un "activo simbólico". Tomo sólo un caso, pero son múltiples.
–¿Cómo se referencian con el trabajo como valor?
–Ése es otro tema muy denso. Tiene muchas aristas y hace a otro "activo simbólico" destruido. Muchos sienten que son blanco de discriminación en relación con el trabajo como valor... que la "Argentina rica", es decir la distinta de ellos, los mira con desprecio, siempre desde el eterno "no quieren laburar". Un juicio ligero, superficial, ajeno a toda reflexión sobre cómo condiciona la pobreza las visiones, los imaginarios de los pobres. Lo que sucede con estos chicos es que les cuesta entender el valor del esfuerzo porque sólo conocen la vida como eterna subida en la que nunca llegan. Nunca la cima. Por el contrario, la pobreza de estos tiempos siempre baja y baja... es cada vez más pobreza, va rumbo a la marginalidad, a la exclusión. El afuera en el que están es más afuera que nunca. Mire, cuando uno investiga esta geografía social, llega a la conclusión de que la erosión de los "activos simbólicos" es una especie de encadenamiento: todo hace a todo.
–¿En qué sentido?
–Cuando no se puede armar un proyecto de vida entra en juego la autoestima. Se lastima. A fuerza de perder y perder los pobres tienen muy erosionada su autoestima, otro "activo simbólico" que hace a afectos básicos de la psicología del ser humano. Y hay otro "activo simbólico" deshecho que afecta a los pobres: no tienen sistema de elección porque el pobre no puede elegir. Las cosas cotidianas de la vida se les convierten en imposibles; llegan las clases y ellos saben que no cuentan en la cotidianidad de millones de hogares que reflexionan sobre a qué escuela mandar a los chicos. Los pobres saben que la suya será una escuela pública destruida como sistema de formación.
–¿Entonces está de acuerdo con lo que dice Juan José Llach en cuanto a que hay un servicio educativo "pobre para pobres"?
–¡Por supuesto! Ese libro de Llach –"El desafío de la calidad educativa"– es muy revelador de lo que está sucediendo en esta materia. Y esa escuela no genera nada, no alienta nada. Incluso es una escuela que genera temores. Le cuento una anécdota. Días atrás almorcé con un hijo mío. Me comentó que la señora que trabaja en su casa le solicitó un adelanto de dinero para ver si podía inscribir a su hijo en una escuela de mejor nivel que la escuela pública a la que iba. "No quiero perderlo en esa escuela", le dijo. Aquí el término "perderlo" expresa un miedo: que el pibe termine en cualquier lado.
–¿Cómo se proyecta, en términos de desfigurar la historia de la sociedad argentina, esta macropobreza? Al menos en el campo académico, se trabaja mucho sobre qué perfil de sociedad está naciendo.
–Tomemos un caso: la movilidad social ascendente que siempre, con mayor o menor ritmo, definió a la Argentina desde muy lejos. Fue un proceso que integró al país porque, reflexionándola como proceso, ése fue un inmenso aporte: construir un solo país... integraba. Cuando la movilidad social perdió ritmo, se dosificó, surgieron dos países: hoy.
–¿Estas Argentinas se enfrentarán? No pregunto en términos de guerra civil, que por definición para plasmarse requiere de ideologías, fracturas de lo que hoy se llama "organizaciones totales" –el poder militar, por caso–, hablo de colisión no orgánica pero grave.
–Mire, hace tres años el Banco Mundial me encargó comentar una encuesta que habían hecho a 3.000 argentinos. Le preguntaban a la gente qué pensaba de los beneficiarios de planes sociales. Me espantó el resultado: el 80% de los consultados decía que los que reciben planes no trabajan porque no quieren, dicho literalmente. En ese tipo de conclusión se expresan visiones muy arraigadas de los que tienen –yo los llamo ricos– sobre los pobres. Y expresa una visión sobre los pobres: inútiles y costosos. Es una relación bajo tensión. Pero también expresa a los pobres contra los pobres, porque el pobre que no tiene un plan piensa que el otro pobre no trabaja porque tiene un plan. Volviendo su pregunta: sí, son dos Argentinas que parecen destinadas a enfrentarse... basta seguir el discurso discriminatorio de los que tienen sobre los que no tienen y de los pobres contra pobres de otra nacionalidad, paraguayos por caso, para percibir, al menos hoy, la tensión que domina en estos vínculos y eventualmente los desenlaces con que puede proyectarse esa tensión.
–León Arslanian sostiene que la inseguridad, tal cual se ha proyectado, expresa aspectos de lucha de clases. ¿Está de acuerdo?
–No sé, no reflexiono el tema desde ese ángulo. Incluso desde lo discursivo –caso Luis D'Elía, que reflexiona estos problemas desde un discurso de clase– no tiene mucha aceptación. Por ahora creo que lo que impera es un imaginario de exclusión... tampoco de un odio que desencadene otros escenarios, al menos hoy.
–¿En que términos detectan los sectores que van quedando fuera del sistema que están quizá en un trayecto sin retorno?
–En términos de desesperación.
–¿Cuántos argentinos integran la Argentina de la movilidad social, el "país rico" como usted lo llama?
–Unos 30 millones; el resto es exclusión, indigencia y lo que llamo estado de incertidumbre... son estadios entrelazados. En realidad lo que se puede afirmar es que hay cuatro millones de seres en estado de indigencia total... la Calcuta de Argentina. Luego están los millones de pobres que superan el nivel de indigencia pero –como lo señalo en mi ensayo– no alcanzan a completar el nivel de la canasta familiar y tienen un acceso degradado a los bienes y servicios esenciales. Por otra parte, hay que computar que todos los que trabajan o tienen una changa en esta geografía de la pobreza lo hacen en negro, en condiciones extremadamente precarias. Me impresionó mucho, lo leí en estos días, el informe hecho por SEL Consultores sobre el trabajo en negro entre los jóvenes... ¡es tremendo!
–En términos de Ortega y Gasset, una generación muda o ingresa a otra etapa de su vida cada 15 años. Si seguimos este razonamiento, ¿acá estamos en por lo menos una generación y media perdida?
–Una, seguro. A los pibes que hoy entran en la adolescencia y no ingresarán a la secundaria, así tengan la asignación universal, la vida ya los toma deteriorados. Forman parte del país que nunca podrá "sacar la cabeza".
–Pareciera que la historia argentina comenzó a estar signada por jugarse alegremente mucho de su capital humano.
–Algo de eso, ¿no? La hiperinflación de los 80 llegó con el sello de su década anterior, en que la clase media comenzó a empobrecerse por la contracción sistemática del PBI. La inflación y la híper siguieron devorando sectores, expectativas. Luego, en los 90 y sus finales, llegamos a niveles de desocupación que nos eran desconocidos y nos fuimos acercando al 50% de la población con ingresos propios de la pobreza y así y así. Hoy de nuevo la inflación, que si a alguien devora terminantemente es a los pobres. Los días idílicos de los 60 y 70, con el 5% de desocupación y el 10% de trabajadores en negro, bueno, son eso: días idílicos.
–¿Cómo se sale de este problema?
–Se sale, sí... se lo cuento en días más, en mi libro. carlos torrengo
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Articulo original de Rio Negro online, 7 de marzo de 2011, para consultarlo hacer click aqui
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